Esto lo rescato de un relato que escribí para la facultad hace unos meses; creo que puede ser un buen retrato del barrio del Raval. Es algo largo, si no os interesa el tema... lo siento, nadie esta obligado a leerlo.
Aunque me siento algo voyeur, de vez en cuando me apetece sentarme en el MACBA y fingir que leo o que llamo por teléfono. Los primeros minutos me siento incómodo pero luego, disfruto observando. La última vez, cuando pasé más de media hora me alegré al comprobar que los skaters no son sólo un decorado permanente, casi inhumano de la plaza sino que resultan ser personas de carne y hueso. Si te detienes a mirarlos veras que aparte de hacer piruetas también hablan entre ellos, descansan, fuman, saben como funcionan las grabadoras de vídeo y, tarde o temprano, se van a sus casas. Hay que acudir a la plaza por la tarde avanzada pero cuando todavía hay luz; es el momento de mayor afluencia y, por tanto, el más interesante si uno quiere dejar de sentirse solo. Puedes optar por sentarte en la sucia repisa de delante del museo, con la muchedumbre o, si vas acompañado, quizás es adecuada la terraza de uno de los tres bares que hay a mano izquierda mirando el museo de frente. Gracias a la promoción que se ha hecho de la zona, la Plaça dels Àngels se ha convertido en uno de los centros neurálgicos de Barcelona. Tiene un espíritu joven, cosmopolita, europeo… y es un buen escenario para el trabajo de los coolhunters o de los publicistas ambiciosos y vanguardistas. Este espacio se ubica en el barrio del Raval, antiguo barrio chino. Pocos se atrevían a poner los pies en él en los años ochenta pero ahora, todo ha cambiado. El ayuntamiento no podía permitir que una de las zonas más céntricas estuviera tan degradada y, bajo el lema “ravaleja” y gracias a ciertas reformas urbanísticas ha conseguido que una buena panda de jóvenes modernos, turistas e inmigrantes convivan en paz y armonía, retroalimentándose, de hecho. Tan seductor se ha hecho el barrio que me vi obligado, después de la desgracia, a afincarme en un loft de obra nueva, en la Rambla del Raval, compartiendo finca con paquistaníes y filipinos. La Rambla del Raval es una de las principales reformas urbanísticas que a finales de los noventa dio algo de luz al barrio. El resto, son calles que, aunque maquilladas por algunas tiendas modernas o bares de diseño, siguen siendo estrechas oscuras y malolientes. Pisos antiguos, pequeños, en mal estado, principalmente habitados por inmigrantes o propiedad de especuladores inmobiliarios. La arquitectura es pobre, humilde, nada tiene que ver con el Barrio Gótico ni con la Barcelona modernista. Cada vez más apartadas y marginadas las prostitutas siguen teniendo un espacio en el barrio, cerca de los viejos bares donde marineros, bohemios y artistas de renombre tomaban absenta décadas atrás. La zona sur del barrio carece del glamour de la zona norte, la del MACBA, pero eso se compensa con un ambiente nocturno kitsch, petardo y trasgresor en general, donde no es extraño encontrar a personajes de la talla de Carmen de Mairena u otros freaks queridos. Lo bueno de tener una zona norte y una sur diferenciadas es que hay lugar para diferentes estados de ánimo y pretensiones. El barrio, al final, resulta un microcosmos donde puedo encontrar casi todo lo que se me antoja cuando me encuentro en estado de gracia.